Por Nieves Batista
Psicoterapeuta en Gestalt y Biosíntesis
Artista Plástica
Facilitadora de Procesos Creativos
El
arte suele considerarse una experiencia sublime de las capacidades
humanas; en este artículo quiero hacer énfasis en lo sublime del proceso
creativo que puede llevar o no a un resultado artístico.
Ya
muchos autores han sostenido que la capacidad creativa es inherente al
ser humano. No lo ponemos en duda, el ser humano es creativo por
naturaleza; la creatividad es una cualidad humana, pudiendo estar más
desarrollada o menos desarrollada dependiendo de múltiples factores. Y
si bien pasamos buena parte de nuestra cotidianeidad conectados a la
funcionalidad del pensamiento lineal, secuencial, temporal; el resto de
nuestras capacidades mentales pugna por salir y aparecer en escena.
Cuando decimos pensamiento lineal, secuencial, temporal, nos referimos a la inteligencia racional del
hemisferio izquierdo de nuestra neocorteza cerebral. Cuando hablamos de
las otras capacidades mentales, nos estamos refiriendo a las
capacidades del hemisferio derecho, justamente las que suelen estar más
asociadas al proceso creativo, a la improvisación, al dejar fluir, a
conectar con los deseos. Estas capacidades, que Elaine de Beauport las
denomina también inteligencias, son: la inteligencia asociativa, inteligencia espacial-visual-auditiva y la inteligencia intuitiva.
Si
bien ambos hemisferios cerebrales suelen funcionar cuando somos niños,
como un tándem; en muchos casos y a medida que crecemos, solemos
priorizar la inteligencia racional por encima del resto de nuestras
inteligencias mentales, ya que durante mucho tiempo se ha valorado lo
racional, lo consciente, en aras de un desarrollo cognitivo que ha
propiciado un gran desarrollo tecnológico, un incremento de producción y
un intento de dominio de la naturaleza en general.
En
este momento, y cada vez más, estamos redescubriendo al ser humano y
redescubriéndo-nos y aceptándo-nos a nosotros mismos, como seres mucho
más completos y complejos que lo que podríamos inferir desde el
raciocinio.
Además
de ser estos seres racionales, que durante siglos hemos dado por hecho
que la razón es lo que nos diferencia del resto de los animales; somos
seres creativos, lo que también nos diferencia de los demás animales.
Y ¿qué está en juego en los procesos creativos?
Por
una parte, nuestra inteligencia asociativa, que es la capacidad de
asociar y poner en contacto ideas o elementos aparentemente
desconectados y que en nuestro juego creativo descubrimos o generamos la conexión.
Por
otra parte, esa conexión que hemos descubierto, la evidenciamos, -la
plasmamos de alguna manera- generamos un registro, ya sea una forma, un
movimiento o un sonido. Nos referimos a nuestra inteligencia
espacial-visual-auditiva
Un
tercer aspecto que está en juego en los procesos creativos es nuestra
inteligencia intuitiva; es esa posibilidad de saber desde dentro, es un
conocimiento directo, un saber que no tiene que ver con lo aprendido.
Como
vemos, los procesos creativos, demandan la activación de aspectos y
capacidades humanas del hemisferio derecho de nuestro cerebro,
relacionadas con el conocimiento interno, con el generar y evidenciar
nuevas conexiones a través de una forma, un movimiento, un sonido. Y
como añadido, no menos importante, el hemisferio derecho es una puerta
de entrada al denominado sistema límbico, también conocido como el
cerebro del sentir o el cerebro de las emociones.
Estas
cualidades humanas que se ponen en funcionamiento en los procesos
creativos, nos permiten un acceso a aspectos nuestros muy conectados con
lo no consciente, con ese mar inmenso de posibilidades que somos cada
uno y con el que también conectamos cuando estamos en estado de
meditación, con ese caldo primero en el que todo es posible. Y ante ese
caldo inmenso, por alguna razón cada uno de nosotros, conectamos
diferentes elementos, y encontramos una manera personal de evidenciarlo.
Aquí el contenido y la forma están profundamente imbricados, puede
aparecer una forma, un movimiento, un sonido y solo luego de ejecutarlo,
de verlo, de escucharlo, y a veces sólo, hasta un tiempo después, es
que logramos comprender qué estamos asociando, qué nueva realidad
estamos creando, qué emoción está involucrada, qué necesitamos para dar
un paso más en nuestra evolución, a qué nueva realidad aspiramos.
Podemos
acercarnos a crear, desde el reto de hacer una obra, si esto no nos
resulta familiar, también podemos acercarnos desde el contactar y
expresar una emoción, con color o con movimiento. También podemos jugar
a encontrar ideas aparentemente incoherentes y ponerlas en contacto, a
través de dibujos o de palabras. Podemos jugar a crear nuevos
significados poniendo en relación palabras de ámbitos diferentes o
también darle la palabra a nuestras sensaciones. Cualquier movimiento en
el sentido de tener acceso a nuestro mundo inconsciente y que logremos
expresarlo, nos ayuda a tener más visibilidad sobre nosotros mismos y a
un mayor autoconocimiento.
Eso
sí, cualquier acercamiento hacia nuestras hermosas capacidades del
hemisferio derecho, para que continúen bailando en tándem con nuestro
raciocinio, como cuando éramos niñ@s, hagámoslo desde la amabilidad.
Seduciéndonos a nosotros mismos, evitando los juicios , porque las
capacidades del hemisferio derecho suelen ser tímidas y escurridizas, y
ante un cuestionamiento venido desde la lógica implacable, dan media
vuelta y regresan a su escondrijo habitual, sólo atreviéndose a emerger
en el sueño.
La
idea de que como adultos también podamos volver a funcionar con ambos
hemisferios en tándem, en la vida cotidiana, me parece apasionante.
Sobre ello escribiremos en el próximo artículo.
Les deseo que disfruten la danza de sus hemisferios cerebrales.
Nieves Batista