El yo pasado, lo que
ayer sentimos y pensamos vivo, perdura en una existencia subterránea del
espíritu. Basta con que nos desentendamos de la urgente actualidad para que
ascienda a flor de alma todo ese pasado nuestro y se ponga de nuevo a resonar.
Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos
—esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón—. Dante diría per il lago del cor
[José Ortega y
Gasset: El espectador, II,
"Azorín: primores de lo vulgar"]
En busca de mi vestido
de amor, me tuve que desvestir primero y quitarme tantas capas que cubrían mi
realidad. Debajo de mis pantalones vaqueros, me encontré un vestido de novia;
debajo de mi vestido de novia, había una piel de látex que repelía la entrada
de microorganismos del exterior, y, debajo de esta piel de látex, me encontré
un cuerpo de barro. Esta materia viva me reveló que estoy hecha de cuerpo y
experiencia. A partir de mi experiencia es que puedo pensar y sentir, es a
partir de ella que me reconozco.
¿Cómo darle expresión? Tan hondo es mi sentir
y tan oculto que se me hace difícil oír su sonido. Darle voz a mi sentir es
darle expresión al alma. Tragar los sentimientos y permanecer en silencio es
oscurecer el alma. Mi vestido nace de adentro. Me quiero vestir de mi propia
voz. Estoy vinculada a mi experiencia, a mi sensibilidad, a mis sonidos,
balbuceos o reverberaciones y quiero explorar sus significados. Las respuestas
se las dan a
los valientes ¿no? Con voz saludé la vida y con voz quiero expresar mi sentir.
Re-cuerdo aquí y ahora este vestido que llevo tejiendo desde mi nacimiento, un
vestido único que me enraíza en mi propio tiempo vital y mi espacio corporal:
yo soy yo.
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